Primeramente aclarar que respeto hasta cierto punto a Stefani Germanotta-alias Lady Gaga-por que me caen bien los artistas audaces e ingeniosos. Pero esta misma creatividad a veces se vuelve contra ellos; me explico:
Una cosa es que te simpatice un artista, y otra es perder
visión y caer en sus redes mercadologicas y manipuladoras. Desde el principio
me llamó la atención como estratégicamente la Gaga se colaba en el gusto de las masas. Aceptémoslo,
la música popular no atraviesa su mejor momento y con desfachatez y talento
Germanotta agarró a muchos desprevenidos con un producto de cierta calidad en
un mundo invadido por tonto-pop para adolescentes descerebrados. De ahí, llegó
a las alturas máximas. Entregas de premios donde dejaba a todos los demás
invitados como los sosos artistillas creidos y muermos que eran; ventas
multimillonarias de discos en un mundo donde entrar a la sección de discos de
una tienda es tan desfasado y aburrido como comprar latería en descuento, etc.
El mundo pop se rindió a los pies de Gaga, y poco importaba que su supuesta
innovación fuera una mezcla de muchas cosas-ya comprobadas-.
En este sentido Lady Gaga es un personaje como el Ziggy
Stardust de David Bowie: un ente
ficticio “venido del espacio” y que jugaba -y se burlaba- con ser una estrella
pop; una parodia de lo banal y lo inmediato que puede llegar a ser una
estrella musical; pero que, repito, ante un panorama tan gris se transformó en
un fenómeno. Y como tal ya no cuestionaba ni se burlaba de la cultura de masas;
sino que ahora la encarnaba con todas sus taras. Rápidamente el resto de las
artistillas buscaron copiar el look y
deslumbrar a sus fans. Ahí tenías a la pobre Rihanna tratando de lucir
estrafalaria; o engendros como Nicki Minaj renunciando a su pasado de niña
rapera para ser como Lady Gaga-con buenos dividendos-; y ejemplos más ridículos
aún como Anahí en viña del mar-ver you tube; o mejor no, se podrían traumar-.
De repente todo mundo era hip y
estrafalario; todo mundo salía con una peluca rosa y cantaba de manera forzada
y caricaturizada. Todos tenían su personaje-o personajes-.
Y se cerraba el circulo; el pop se fagocitaba a si mismo-una
vez más-. Teníamos a Lady Gaga hasta en la sopa; y ella feliz de ser el foco de
atención. Pero, ¿sin sus trajes estrafalarios y sin maquillaje que es la Gaga? Una simple artista
neoyorquina algo sosa pero con ganas enormes de llamar la atención. Es obvio que
la gente no quería a Stefani Germanotta-ahora bastante pretenciosa-, querían al
personaje, al disfraz; clamaban por Lady Gaga. Ver a Stefani sin maquillaje es
tan triste como ver a Cepillín con la “cara lavada”. Ella lo comprendió y quedó
conmocionada. ¿Tendré que ser un personaje toda la vida y a todas horas? ¿Me
comerá ese engendro siempre cambiante y no quedará nada de mi? ¿Me entregaré a
los excesos y me auto inmolaré como tantos iconos pop lo han hecho en el
pasado? Pobre Germanotta; pobre niña rica atrapada en sus disfraces; con sus
millones pero condicionada a vivir la vida de su pintoresco, ridículo y
paródico personaje.
Ahora estas chicas pop y plásticas ya no quieren ser
etiquetadas, claman por su “independencia”; no quieren ni que se les nombre, ya no toleran
que se hable de ellas mal o bien (wtf?). Piden privacidad-claro; ya tienen sus
mansiones-. No quieren justificar cada uno de sus actos en todo momento.
Hace poco la
Gaga declaró en un entrevista-de “cara lavada”- que ya estaba
harta, que ya no jugaría el jueguito con los medios-ese jueguito que ella
propiciaba y que tantos dividendos le dio-. Con su mamita al lado-que se ve que
esta igual de harta con los avatares y los escándalos del personaje de Lady
Gaga. En el fondo son unos “sofisticados” neoyorquinos; y tanta guarrada kitsch no esta tan bien vista.
Lady Gaga entra así al club de los artistas selectos que ya
no dan declaraciones y que se sumergen en un ostracismo-que ellos saben
provocará aún más expectativas sobre sus vidas, aunque sea por un rato-. En el
caso de Lady Gaga suena más a un truco publicitario; ella que vive para ser un
foco humano no tardará en darle carta blanca a su “famoso monstruo”. Aunque
parece que su pose de artista reservada, intelectual y profunda le va a durar
un rato.
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